En conmemoración del natalicio de nuestro Prócer, padre de la Patria Quisqueyana: JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ
Para la fecha histórica del 15 de julio de 1876, el patricio Juan Pablo Duarte, fundador de República Dominicana, muere en Caracas, Venezuela, su muerte fue en la soledad del exilio, según el acta de defunción expedida por el Jefe Civil Miguel Piña, en la cual precisa que Juan Pablo Duarte, murió a las 3 de la madrugada, del 15 de julio de 1876, en su hogar situado en las esquinas del Zamuro y el Pájaro.
Miguel Piña escribe en el acta: “De las noticias que he podido adquirir aparece que el finado tenía 60 años de edad, soltero, industrial y natural de la República de Santo Domingo e hijo legítimo de Juan José Duarte y Manuela Díez, difuntos”. Según otros historiadores murió de 63 años.
Juan Pablo Duarte nació en la ciudad de Santo Domingo el 26 de enero de 1813, durante el período conocido como el de la "España Boba". Sus padres fueron Juan José Duarte, oriundo de Vejer de la Frontera en la provincia española de Cádiz, y Manuela Diez Jiménez, oriunda de El Seibo, hija a su vez de padre español y madre dominicana.
La noche del 15 de julio del 1876, Duarte se acercaba a su fin, sus hermanas Rosa, Francisca, estaban a su lado, su hermano Manuel Duarte, había perdido la razón, alucinaba en una habitación.
La familia Duarte, se encontraba en la más completa miseria, esto se podía notar en toda la casa, por la falta de ajuares, trataban de subsistir por medio de la costura, en los trabajos que realizaban Rosa y Francisca, recursos que apenas le alcanzaban para vivir, tal era el ambiente en el que Duarte se encontraba en su lecho hacía la muerte, que padeciendo de una enfermedad agotadora, que lo convirtió en un moribundo, reflejándose en su condición física. Nuestro patricio contaba con 63 años al momento de morir, según datos históricos parecía que contaba con más de ochenta años. Sus sacrificios que lo llevaron a vivir una vida de enfermedades, privaciones, penalidades, lo habían reducido a esa penosa situación de vivencia.
Cabe destacar que en su entorno social, para sus vecinos de Caracas, Duarte era un dominicano que había tenido cierta importancia en su país o por lo menos eso era lo que parecía, ignorando los Venezolanos que si la familia Duarte y Diez, vivían en la extrema pobreza, miserias, se debía a los sentimientos patrióticos, nacionalistas, que lo hacían dejar rus riquezas, sus vidas, por conquistar una patria libre, soberana e independiente, libres, advertidos de todo mal social, demostrando su desinterés económicos en los años 1844 y 1863, donde entregaron a la causa, al ideal por la fundación de la patria, sus patrimonios familiares, todo esto lo desconocían sus vecinos, e incluso que JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ, era uno de los patricios más puros, morales, éticos, cívicos, del Continente Americano, el cual había entregado su juventud, fuerzas, al servicio de la patria que soñó, con valentía, coraje, entregando su alma y corazón, hasta su último aliento de vida.
Así llegó aquella triste noche que anunciaba el final del patricio, acostado en su habitación, alumbrada con una vela que quizás el mismo confeccionó, con sus recuerdos, sus reflexiones, pasaba el tiempo en espera de su ausencia, justo a las tres de la madrugada, de aquel sábado 15 de julio del 1876, el patricio exhalo su último aliento. Rosa y Francia, lloran sin aceptar la partida de su hermano, diciendo en alta vos Duarte ha muerto lejos de la tierra que lo vio nacer, olvidado por sus compatriotas.
Así murió quien nos dio identidad propia, quien nos marcó con el ejemplo patriótico, nacionalista, moral, ético, cívico, con humildad, solidaridad, en sus luchas por fundar la nación QUISQUEYANA, la cual amo con toda sus fuerzas, logrando su conquista.
Así murió el mártir, el que sacrificó dos veces el patrimonio familiar para hacernos libres.
Así murió JUAN PABLO DUARTE Y DIEZ, según su hermana Rosa Duarte, “subió al cielo a entregar su palma y su cruz, cruz y palma que le habían sostenido hasta consumar su martirio“.
Fue enterrado en el cementerio de Tierra de Jugo en una humilde sepultura.
Por: Luciano Homero Vásquez (OFC)
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